El día que me convertí en camello

(Memorias de un Power-BI ranger)

A lo largo de mi vida laboral (que aunque ocupa menos de un folio en el informe de la Seguridad Social va ya para treinta y tres largos años) podría asegurar que he hecho casi todo lo que se puede hacer en las categorías a las que he pertenecido dentro de la empresa: desde limpiar asquerosas arquetas o hacer de espeleólogo en algunas de esas galerías que hay en Madrid en las que parece que te vas a encontrar un esqueleto detrás de una esquina, hasta manejar equipos de muchos miles de euros sin mirar el libro de instrucciones, pasando por toda clase de papeleos, ya sean físicos o virtuales. Dicho esto, podréis comprender que no me asuste emprender una nueva actividad, aunque sea a estas edades que nos rondan a mí y a muchos compañeros, en las que ya no es tan fácil adaptarse a los cambios. Siempre me consuelo pensando que peor de lo que ya he hecho no me pueden mandar a hacer nada.

Pero con la evolución de las actividades ha llegado algo relativamente nuevo, que viene a sustituir a las algunas veces obtusas e incomprensibles hojas de cálculo en las que hasta hace poco los curritos, y en mucha mayor medida, los jefes, tratamos de interpretar el estado de un montón de tareas, servicios y elementos a gestionar: el Power-BI de Microsoft.

Hasta hace poco Power BI era como aquellos primeros y gigantescos ordenadores mainframe, operados sólo por una élite de gurús con bata blanca que hacían su magia sin que nadie la comprendiera más allá de los resultados que ofrecía. Con el tiempo, claro, la herramienta se ha ido «democratizando» hasta el punto en que con un cursillo y unas prácticas ya te vale para ponerte a retorcer datos hasta extraer aquello que tus jefes quieren ver. Y os aseguro que en esta casa son un buen montón de datos. Yo les llamo «el océano de datos», y a cada día que pasa ese océano se hace más profundo y más oscuro.

Tengo que reconocer que Power BI es una gran herramienta, muy completa, muy potente y visualmente muy atractiva. Fácil de manejar, si sabes un poco lo que estás haciendo, pero…

…pero a nivel social tiene un efecto perverso: Crea «yonkis del Power BI». Con el tiempo, los jefes piden más datos, más interpretación de datos, más gráficos, más interacciones entre tablas, más, más, más… Y yo, con mi breve cursillo y mis ratos perdidos dándome cabezazos contra el monitor, me he convertido en su camello, en su proveedor de mandanga, en el que les lía los canutos de datos que se fuman con avidez cada mañana. No sé… Me gusta mucho el tratamiento de datos, pero tengo sentimientos encontrados al respecto.

No soy su único camello, claro, ni el mejor, por supuesto, pero eso no me hace sentirme menos culpable. Mi única redención, hasta el momento inminente en que me den la patada y me declaren oficialmente inútil como elemento productivo de esta sociedad, es ofrecerles datos limpios, lo más fácil de interpretar posible y con la mayor brevedad, para que por lo menos el viaje no sea tan mareante y no les quede demasiada resaca.