Cuando casi todo es terrorismo

Como suele suceder cuando alguien expresa su opinión, esta entrada podría resultar ofensiva para muchas personas. Por ese motivo, si usted, intrigada persona lectora de blogs, es de esas que suele respirar fuerte y apretar los puñitos cuando oye o lee opiniones divergentes respecto a la suya, le recomiendo encarecidamente que cierre ahora mismo esta página (e incluso que no vuelva, porque para qué). En caso contrario, relájese y disfrute de la experiencia.

Y sin más preámbulos, vayamos de cabeza al meollo de la cuestión. Voy a empezar afirmando que hoy «casi todo» es terrorismo. Los políticos, los medios y los jueces parecen empeñados en recordárnoslo día a día. No, no estoy aquí para negar que exista el terrorismo «de verdad», sino para poner en tela de juicio eso que sólo puedo definir como «microterrorismos».

Esto me lleva a la primera cuestión: ¿Por qué puede considerarse terrorismo una manifestación en un aeropuerto, y ser tenido así en cuenta incluso por un afamado juez de la Audiencia Nacional, mientras nadie dice que lo sea la paralización completa de un país a manos de una nutrida banda de empresarios del campo radicalizados por la extrema derecha? ¿Acaso sólo es terrorismo aquello que contradice el ideario de sus señorías? No quisiera ser malpensado, pero ¡ay!

¿Y qué decir de los medios de comunicación? Durante meses (y, bueno, durante toda la vida en muchos otros casos, para qué negarlo) nos han estado machacando con el terrorismo de Hamás, con el de los Hutíes, Iraníes… con el de cualquiera que se arrodille de cara a La Meca, en resumidas cuentas, mientras las matanzas de Israel, de Estados Unidos, del Reino Unido… de los buenos, en definitiva, se muestran como simples acciones de defensa. Los muertos de un lado son irreparables e insustituibles pérdidas, mientras los del otro no son más que lamentables aunque necesarios daños colaterales. No todo es terrorismo, ¿saben? Las matanzas de «los buenos», por ejemplo, no lo son.

Casi todo es terrorismo en esta sociedad infantilizada, donde el pensamiento crítico se nos entrega ya digerido y listo para su consumo. Así no sólo no tenemos que plantearnos las alternativas, sino que directamente podemos afear, enviar al ostracismo o, si nos viene bien, a la cárcel, a aquellos que nieguen esa verdad incuestionable, ese nuevo dogma de fe sobre quiénes pueden ejercer la violencia o el terror contra los demás en nombre de las libertades y la democracia, y quiénes no; sobre qué causas son justas y cuales no merecen siquiera la pena de ser mencionadas.